Interesante artículo de Rubén Lo Vuolo indicando las características recurrentes de las medidas de política social del gobierno (programa Argentina Trabaja, Asignación Universal por Hijo, subsidios a tarifas públicas, SUBE, etc.). Lo llamativo es que crítica
la visión “liberal-subsidiaria” de las políticas sociales, [...] su organización en base a programas diferenciados que distribuyen beneficios diferenciando a los individuos o grupos en función de sus características personales.
(¿desde cuándo la sutileza, la distinción de casos, en la política pública es un mal?). Pero luego enumera efectos negativos que no son necesariamente consecuencia de la visión "liberal-subsidiaria". Ellos son: arbitrariedad en la construcción y utilización de las fichas personales, interferencia política en los planes de vida de las personas, dinámica política basada en "dador y perceptor de bienes y servicios públicos", "perfeccionamiento de técnicas de control social y clientelismo político", consolidación de la desigualdad, inestabilidad y volatilidad del bienestar que depende de evaluaciones de "funcionarios políticos de turno", inclusión en la categoría "no necesita subsidio" a un grupo de personas muy heterogéneo.
Lo que digo es que esos efectos negativos no provienen de una visión, sino de una forma de hacer las cosas, de una praxis. De hecho, todo país que tiene políticas sociales relativamente eficaces y eficientes (desde Noruega hasta Canadá o Australia, sean economías más o menos de mercado) tiene una visión "liberal-subsidiaria". Lo que no tienen es una dirigencia y una burocracia corrupta e inepta. En otras palabras, nada en una visión de ese tipo implica arbitrariedad, clientelismo, desigualdad, inestabilidad o injusticia.
Por ello yo considero, contrario a Lo Vuolo, que la visión liberal-subsidiaria puede ser progresista, mientras no se la aplique con objetivos de concentración de poder y control social.