Me reúno con un referente de la industria nacional, quien hizo un paso de automotrices a bancos a mediados de los 90s, y me cuenta dos anécdotas interesantes. Las dos tienen que ver con la mentira y la moral.
La primera relata que cuando trabajaba en Mercedes Benz de Argentina competían con Brasil en la captación de inversiones por parte de la casa matriz alemana. Mandaron información a la casa matriz sobre la velocidad con que podían producir una autoparte con la última tecnología recién adquirida. Luego se enteran de que los brasileros informaban que podían hacer el mismo producto en 2/3 del tiempo, y por lo tanto los alemanes decidieron hacer el producto en Brasil. ¿Qué sucedía? Los ejecutivos brasileros se ponían de acuerdo en mentir y reducir el tiempo informado. Conclusión según el informante: los argentinos no nos ponemos de acuerdo ni para mentir. Mi conclusión: primera vez que considero positiva la tradicional falta de asociativismo de la cultura argentina. ¿Será por eso que las mafias suelen ser extranjeras: china, paraguaya, peruana o mexicana?
Segunda anécdota. Según esta persona, todos los oficialismos han inflado los anuncios de inversión con la connivencia de empresarios. Así, en su tiempo en Mercedes a principios de los 90s, se invitó a Menem al anuncio de una nueva inversión, se sacaron la foto, y salió en la prensa. Sin embargo, el monto de inversión real era de tan solo un cuarto del anunciado; lo demás era mantenimiento y gastos corrientes.
¿Por qué no se ponían de acuerdo para mentirle a los alemanes y sí (junto al gobierno) para mentirle a la sociedad argentina? Dos diferencias se me ocurren: una, los alemanes tenían los medios de hacer un monitoreo más riguroso que la sociedad de las declaraciones de la filial argentina; dos, los alemanes tenían un interés mayor que la sociedad argentina en que no se les mienta.
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