Wednesday, March 2, 2011

¿Las retenciones sirven para industrializar?

Hace unos días nos reunimos con un alto directivo de una empresa agroindustrial quien apoyaba las retenciones para algunos productos (por ejemplo, el maíz) y consideraba que había que institucionalizarlas: por ley de Congreso no deberían modificarse en los próximos 20 años. Basaba su argumento, hasta donde pude entenderlo, en cuatro puntos: 1. la elasticidad de oferta agropecuaria con los precios internacionales actuales es prácticamente cero; todos quieren producir al máximo posible incluyendo zonas marginales y rendimientos; 2. el efecto multiplicador de la inversión del propietario de tierras es muy bajo, por lo que reducir sus rentas y aumentar las de elaboradores y del Estado es ventajoso; 3. Argentina tiene una desventaja para la industrialización de su materia prima pues la producción de ésta se encuentra muy cerca de los puertos y por lo tanto es barato (relativamente a Brasil y EE.UU., por ejemplo, que tienen en promedio 1000 kilómetros al puerto) exportarla sin elaborar; 4. los industrializadores necesitan ese cambio de precio relativo para tener márgenes positivos (si le bajan los costos de insumos en 20%, implica un EBITDA mayor en 10%, si los insumos agropecuarios representan 50% de los costos).
¿Se sostiene el argumento? Sospecho que no. Primero, existen estimaciones de elasticidad-oferta y resultan positivas, aún más en el largo plazo (cercanas a 1): se puede expandir la frontera pero sobre todo se pueden expandir los rendimientos con investigación y desarrollo focalizado, riego, mejores rotaciones, más nutrientes, etc. La visión del empresario parece ser estática de corto plazo. Segundo, no existen estimaciones de efectos multiplicadores de la inversión del propietario (ni la de productor grande versus productor chico, que es otra discusión). Pero este punto puede tener algo de cierto en un economía de escaso financiamiento y donde los agentes más dinámicos (plausiblemente los productores y los elaboradores) no tienen acceso a él a menos que reinviertan utilidades. Pero está claro que la solución de largo plazo es desarrollar ese sistema financiero y que el crédito pase de ser un minúsculo 10% del PBI a un, digamos, 80%, y que los préstamos de largo plazo no sean una rareza para ser la norma (vis a vis los préstamos para comprar electrodomésticos). Tercero, es cierta la diferencia geográfica entre Argentina y Brasil y EE.UU., pero debe mencionarse que EE.UU. tiene un sistema de transporte mucho más barato, lo que compensaría largamente el costo adicional de exportar su materia prima. Por otro lado, no tengo claro cuán lejos de la materia prima se ubican las plantas industrializadoras (sean feedlots, aceiteras, avícolas, etc.). Si se ubican junto a la materia prima, ¿no tendrían altos costos de transporte ellas también? ¿Y no resulta bastante más caro el transporte de carne congelada que de granos? Si se ubican lejos de la materia prima, la ventaja relativa se esfuma. Aquí, otra vez, está claro lo que hay que hacer: disminuir los costos de transporte, sobre todo para la mercadería elaborada. Cuarto, ¿puede ser cierto que 20% de retenciones impliquen un margen positivo (pero no excesivo) en el largo plazo? Dudoso. ¿Quién sabe los precios futuros de los commodities y, para el caso, de los alimentos? Si los precios de los commodities siguen subiendo, 20% no será suficiente, bajo esa visión. Si los precios bajan, los elaboradores tendrían altas rentas difíciles de justificar. Después de todo, estamos hablando de mercados de alimentos y elaboradores de materias primas. Se supone que tenemos cierto conocimiento ya de ese tipo de producción, que no tiene fallas importantes de mercado (digamos, no es el mercado financiero ni el de salud), y en la cual tenemos ciertas ventajas comparativas por alta dotación de tierra y de capital humano.
En suma, bajo mi visión, las retenciones son simplemente un mal instrumento para la industrialización de la producción agropecuaria. En cambio, el desarrollo del sistema financiero (incluyendo quizás un BNDES), las mejoras en infraestructura, la apertura de mercados alimenticios extranjeros y el énfasis en la investigación y el desarrollo en el sector son el camino a seguir.

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